viernes, 29 de julio de 2011

Ancha es Castilla, Parte 1

Llevaba mucho tiempo preparando este viaje. Nuestro aniversario (17 ya, y parece que fue ayer). Todos los años nos vamos a un parador y el año pasado fue la primera vez que nos fuimos con la moto al parador de Alcañiz. Este año he preparado algo más largo. La verdad es que los paradores cercanos se nos han acabado y hay que ir pensando en coger carretera. Y claro 700 kms no los puedes hacer un día para volverte al siguiente como hemos hecho hasta ahora. Así es que preparé un viajecito de 5 días por Castilla-León. El objetivo era el parador de Benavente, en Zamora. Y de paso ir visitando cositas por el camino. Ir acercándonos poco a poco y no hacer el viaje del tirón. A disfrutar de la moto y la carretera. Y ciertamente lo hemos gozado.

1159 millas, es decir 1865 kms. Ahí es nada. Pero vamos por partes, que hay mucha miga que cortar.

Primera etapa: Puerto de Sagunto - Pradilla (Guadalajara) - 226 kms

En un primer momento estaba previsto alargar esta primera etapa hasta San Esteban de Gormaz, Soria, más o menos a mitad de camino, pero pensamos en visitar a unos familiares que pasan el verano en esta aldea de Guadalajara, próxima a Molina de Aragón. Por tanto la primera etapa quedó corta y la siguiente muy larga. Pero me doy por satisfecho, pues le di una gran alegría a mi tía.

La previsión meteorológica de los 5 días era buena, inmejorable. Pero el jueves 21 empezó a torcerse la previsión, pues anunciaba lluvias para el 22, día de partida, en la zona de Teruel, justo a la hora por la que debíamos pasar por allí. A partir de ahí, se anunciaba sol y más sol. Metimos los trajes de agua en una mochila con la intención de dejarlos en Pradilla. Cargamos la moto y a las 17:00h nos poníamos en marcha. Depósito lleno y contador parcial a 0:


El cielo muy gris, amenazando lluvia y nada más salir y coger la A23, autovía Mudéjar, comienza a llover. Pero pasa pronto la nube y aunque sigue bastante encapotado deja de caer agua. Cada vez está más negro y decido parar para ponernos los trajes de agua. Mano de santo, oyes. No cayó ya ni una gota ni media. Ni por Teruel. En 2:40h nos plantamos en Pradilla. La ruta sin novedad. A-23 hasta Monreal del Campo, para coger la N211 en dirección a Molina de Aragón y 16kms antes buscamos la GU965, apenas un camino ancho y asfaltado.
El pueblo desierto. No se ve un alma. Normal, en invierno viven 3 personas y aunque ya estamos en julio todavía no han llegado los veraneantes.

Llegamos a destino y guardamos la moto. Nuestro primer alojamiento. Este salió barato, jejeje y la cena también.


Detrás de la casa, se ve la pequeña iglesia en proceso de rehabilitación, dominando desde el cerro la pequeña población


Aprovechamos para dar una vuelta por los alrededores del pueblo. Tampoco es que se pueda hacer mucho más. Por no haber, no hay ni bar. Bueno, hay algo parecido. La antigua escuela la han transformado en bar, aunque no es estrictamente un bar. Cada semana del verano le toca a una familia encargarse del "bar". Jejeje. Es curioso. Total, que salimos a andar:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!...

¿Adonde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero

a lo largo del sendero...

-La tarde cayendo está-,

"En el corazón tenía

la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón."


Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río.


La tarde más se oscurece;

y el camino que serpea

y débilmente blanquea,

se enturbia y desaparece.


Mi cantar vuelve a plañir:

"Aguda espina dorada,

quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."

Antonio Machado

(Perdonadme la licencia, pero a pesar de no estar en Soria, el paiseaje que me rodeaba y que captó mi cámara era totalmente machadiano. Juzgad vosotros mismos.)





Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.



Hacia un ocaso radiante 
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante, 
tras de los álamos verdes de las márgenes del río. 

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera 
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial, 
entre metal y madera, 
que es la canción estival.  

En una huerta sombría 
giraban los cangilones de la noria soñolienta. 
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía. 
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta. 

  Yo iba haciendo mi camino, 
absorto en el solitario crepúsculo campesino. 

Y pensaba: "¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa 
toda desdén y armonía; 
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía 
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!" [...]


Tras la caída del sol tocaba volver a casa a por la cena y el reposo, pues al día siguiente nos esperaba un buen tute. Volviendo a la aldea todavía tuve tiempo de volver a fotografiar la pequeña iglesia.


Después de cenar, el cigarrito de rigor a la puerta que da a una pequeña plaza sin asfaltar. Mi tío está que trina, pues es la única calle que queda por asfaltar. La soledad más absoluta, tranquilidad y un silencio solo roto por el murmullo de las hojas de los chopos que tenemos enfrente de la casa.
No dio el día para más, así es que a la cama que mañana había que madrugar.

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